Nacemos, crecemos, nos reproducimos…y la vida no vuelve a ser igual, ¡JAMAS! Una de las crisis más documentadas de las relaciones es el nacimiento de los hijos, especialmente del primero. Cada vez que un hijo nace, la unidad familiar debe romperse para darle espacio a ese nuevo miembro y por lo tanto cada quien debe encontrar un nuevo lugar en la familia. La otra crisis marital reconocida es la del “nido vacío”, que consiste básicamente en que después de 20 años de pañales, llantos, tareas, idas a traer a las discotecas, los “niños” se vuelven hombres y mujeres independientes y se van de la casa a hacer su vida (o por lo menos eso esperamos). Y de pronto no hay más distracciones, no más niños inquietos ni adolescentes problemáticos de los que hablar, solo vos y él.
Muchas cosas pasan en el ínterin en que dejamos de ser gente para convertirnos en padres y nos toca volver a encontrar la persona que éramos. Antes de los niños (AN) somos un hombre y una mujer que se aman y construyen una vida juntos. Después de los niños (DN) nos cuesta seguir percibiéndonos como algo más que no sea padres. Cuesta que el tema “hijos” no reemplace el tema “nosotros” en los pocos momentos de verdadera intimidad que nos quedan. Cuesta que las salidas no sean TODAS familiares, reemplazando las salidas de pareja que teníamos AN. Y cuesta resistirse a los niños que invaden el cuarto y la cama “de papa y mama” y desplazan la vida sexual que antes disfrutábamos. Pero si querés que tu relación sobreviva los 30 años que le quedan DN, hay que resistir con todas tus fuerzas. La defensa de la pareja como pilar de la familia, pero además como TU proyecto personal de vida debe ser una lucha sin cuartel y sin descanso. Hay que defender los espacios de la relación para que esta sobreviva: Hay que darle tiempo de calidad a solas para que respire, hay que platicar de sus integrantes para que crezca saludable y condimentarla con intimidad, afecto y sexo del bueno para que sea un placer estar en ella. Este esfuerzo hace que la vida con los niños sea más llevadera pero se nota más DN, cuando te des cuenta que tenés con vos al compañero con el que has construido una vida. Una vida propia que DN solo vas a continuar. Si no le has dedicado tiempo a tu vida en pareja, lo que te queda DN es un señor desconocido al lado, con el que tenés rato de no hablar (mucho menos tocar) y con el que ya no tenés nada en común. Y les toca voltear a ver los restos erosionados de la vida que estaban empezando a construir AN, para ver si 20 años después, algo se puede rescatar para que sea esa la base de una vida juntos. Pero este nuevo comienzo toca a los 50, ya cansados, sin el combustible que dan el enamoramiento y la pasión del principio y con alguna que otra herida que ha dejado la tarea de padres (el tema hijos es, junto con el dinero, la principal causa de roces y peleas en las relaciones). Solo de pensarlo me canso, ¿vos no? Para la madre que se sienten egoístas, “malas madres” o mezquinas si osan darse tiempo a sí mismas y a sus parejas, una nota de aliento: este esfuerzo da como resultado padres felices, que son los únicos que pueden criar hijos felices.
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La vida y el sexo después de los hijos
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